Mensaje de Pascua 2017: Iglesia Católica.
Escrito por Redacción / Visión TamaulipasTodo parecía perdido. Jesús, que había hecho sentir la presencia amorosa de Dios, llenando así los corazones de esperanza, finalmente había sido derrotado por sus enemigos. La aventura había terminado. Sólo quedaba resignarse a que en este mundo la verdad, el amor, el bien y la justicia pierden la partida, y que el mal y la muerte tienen la última palabra. ¡Cuántas veces, frente a las enfermedades, problemas y penas, y ante un mundo complicado como el de hoy nos sentimos así! Pero a pesar de todo, María Magdalena y la otra María madrugaron y a primera hora del domingo fueron al sepulcro a buscar a Jesús, movidas por el amor. ¡Y sucedió lo inesperado! Un temblor sacudió la tierra, el mensajero de Dios descendió del cielo, hizo rodar la piedra que tapaba el sepulcro, y les dijo:
“Ha resucitado. Vayan de prisa y díganselo a sus discípulos”. ¡Qué noticia! Cambiaba para siempre nuestra historia y la de toda la humanidad ¡Cristo ha resucitado! ¡Finalmente han triunfado el amor, la verdad, la libertad, el bien, la justicia, el progreso y la vida! El pecado, el mal y la muerte han sido vencidos. ¡Esta es la buena nueva que la Iglesia, mensajera del Señor, comunica a todos! ¿Y qué sucede cuando recibimos este anuncio? Que, al igual que a aquellas mujeres, nos sale al encuentro el Salvador, quien, inaugurando para nosotros una nueva dimensión del ser y de la vida, nos da la certeza de que, como decía el Cardenal Ratzinger, a través de todos los fracasos y de todas las discordias humanas, se va cumpliendo la meta de la historia: la transformación del “caos” en la ciudad eterna en la cual Dios habita para siempre entre nosotros (cf. Fe, verdad y tolerancia, Ed. Sígueme, Salamanca, 2005, p. 39). ¡Podemos confiar en Dios! Él nos ha creado, nos ha salvado del pecado, del mal y de la muerte, nos ha dado su Espíritu y nos ha hecho hijos suyos, partícipes de su vida por siempre feliz! Él nos ama y, como dijo el Papa Francisco en Tuxtla Gutiérrez, le ha echado ganas a nuestra vida. ¡Echémosle ganas a nuestra vida resucitando con Jesús a una vida nueva, amando! Amando a Dios y confiando en él, dejándonos guiar por su Palabra. Amándonos a nosotros mismos, viviendo con la dignidad de hijos suyos, libres de las cadenas del egoísmo, el individualismo, el relativismo, los placeres ilícitos y el materialismo. Amando a los demás, ayudándoles a tener una vida digna, a desarrollarse, a encontrar a Dios y ser felices. Frente a nuestras debilidades y a tanto mal que hay en el mundo, hagámosle caso al Resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, que nos dice: “No tengan miedo” ¡No tengamos miedo! ¡A echarle ganas!
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