La Iglesia en México realiza una tarea incesante de apoyo a los migrantes; por ello ahora es nuestra intención dar a conocer sobre la atención que se brinda en los más de 70 lugares que actualmente ofrecen atención a los migrantes, para sensibilizar e invitar a actuar a los ciudadanos. Al hablar de casas de migrantes hacemos referencia a los albergues, comedores, centros de apoyo, parroquias y módulos de atención que acompañan a estas personas. Dichas casas son administradas por la Iglesia Católica, por algunos grupos de pastoral, congregaciones religiosas, laicos comprometidos, así como por iglesias cristianas, organizaciones de la sociedad civil y gobierno. Éstas se encuentran distribuidas a lo largo del país y se concentran principalmente en tres regiones: la frontera norte, sur y centro del país -punto neurálgico para el tránsito migratorio al interior del país-. En términos generales las casas de migrantes: 1. Se convierten en la primera acogida del migrante en tránsito o deportado. 2. Expresan de parte de la Iglesia que nadie es ilegal ni inmigrante y por ello son capaces de brindar ayuda espiritual y moral. 3. Son un refugio porque les dan protección, techo, agua, alimento, vestido y calzado. Y porque ahí son cuidados contra todo tipo de violación a su dignidad y a sus derechos. 4. Son un amparo para los menores de edad, en tránsito. 5. Brindan con generosidad su tiempo y sus recursos. 6. Ofrecen acompañamiento a su regreso a casa, cuando se amerita. En aspectos particulares las casas de migrantes: 1. Dan formación y educación a través de asesorías legales, psicológicas y talleres, para conocer sus derechos humanos, porque cada día son deportados y repatriados cientos de migrantes, encontrados por la patrulla fronteriza o agentes de migración. 2. Proporcionan servicio médico. Ayudan con el servicio de llamadas para encontrar a familiares perdidos. 3. Se les concientiza de los riesgos que implica migrar y se les ofrece el apoyo con el transporte de regreso a su tierra de origen. 4. Ofrecen hospedaje por un día o por tiempo indefinido. 5. Algunas brindan atención las 24 horas los 365 días del año. 6. La mayoría lleva una bitácora o control interno acompañado preferentemente de una entrevista, para conocer sus necesidades y así saber de qué forma le pueden ayudar; pero también para llevar un record histórico para que familiares y otras personas los puedan rastrear en caso de desaparición. Estas casas han sido capaces de establecer redes a través de las cuales comparten información, capacitación y se brindan apoyo mutuo a favor del migrante. Por otro lado, hay un trabajo incluyente y exhaustivo que traspasa fronteras al converger con organizaciones católicas, universidades y organismos internacionales en Estados Unidos de Norteamérica y Canadá. Las personas que colaboran en estas casas son en su mayoría voluntarios y van desde 2 hasta 10 como máximo. Sin embargo, se apoyan de la comunidad parroquial o fieles que ofrecen su tiempo y servicio. La gran mayoría de los donativos con que operan, provienen de las comunidades en que están insertas estas casas. A la luz de los servicios que prestan estos centros, hoy queremos invitar a seguir desarrollando esfuerzos en el ámbito de la concientización a todos los niveles de la sociedad, y de las instituciones en cuanto a la dignidad e identidad del migrante, no como un delincuente ni objeto de uso y abuso, sino como un ser humano y sujeto de caridad. Es momento de involucrarse para asistir a esta población de hermanos que están tan abandonados y que además son tan discriminados. En las casas de migrantes los voluntarios que sirven ofrecen sus servicios, son insuficientes, ya que en los albergues pueden llegar a atender desde 15, hasta más de 300 personas por día. La Iglesia quiere hacer una llamado a la comunidad católica: a los estudiantes, a los trabajadores y a los empresarios a promover acciones concretas en beneficio de estas personas. A acompañarlos desde nuestras trincheras. Agradecemos a todos los que están trabajando en favor de nuestros hermanos migrantes. Sabemos que el esfuerzo es mucho y las manos pocas, para atender con amor y caridad a quienes necesitan de nosotros. Jesús también fue migrante, anduvo cansado, hambriento y fue discriminado por ser extranjero. Ustedes representan todos esos hogares en donde Jesús encontró un lugar para descansar, un alimento para recuperar las fuerzas, y una escucha atenta y compasiva. Sepan que el voluntariado que practican es reconocido y valorado por Cristo y por la Iglesia. Reiteramos nuestra confianza en nuestra Madre, nuestra Señora de Guadalupe de quien sabemos que a nadie deja solo y desamparado, sino que otorga un abrazo lleno de amor y de consuelo.