También hemos acordado servir como vínculo entre los migrantes y las autoridades; organizar y poner a su disposición los distintos recursos diocesanos con los que contamos, como casas de migrantes, bancos de alimentos, cáritas, etc.; invitar a los fieles a apoyarlos con agua, alimento y ropa; convocar y organizar a los voluntarios para atenderlos; prestarles servicios pastorales, como Misa, confesión, escucha, charlas; fomentar la solidaridad entre las diócesis fronterizas de México y Estados Unidos para enviar ayudas a los lugares donde lleguen y mantener una estrecha comunicación para apoyarlos en sus necesidades; promover una cultura que, viendo a los migrantes como personas con dignidad y derechos, nos impulse a todos a acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos, como ha pedido el Papa. Sin duda, lo numeroso de la caravana migrante presenta un reto para las autoridades y para la sociedad. Pero también es una oportunidad para ejercer la solidaridad y crecer en humanidad. Con esta convicción invitamos a todos a que, confiando en Dios y en la intercesión de la Madre de Guadalupe, sumemos esfuerzos para tender la mano a nuestros hermanos migrantes.