Nos angustia que muchos encuentren rechazo cuando solicitan asilo, o padezcan la incertidumbre de un proceso excesivamente largo y en condiciones de inseguridad sin garantías de protección. Nos duele el drama de las familias que son separadas y el inhumano encierro que muchos padecen en los centros de detención. Nos entristece el crecimiento del racismo, el odio y la discriminación, y el que los migrantes sean considerados indistintamente como invasores y criminales. Nos hiere el drama que padecen los deportados que ven truncados sus sueños, esfuerzos y sacrificios, y que retornan sin dinero y con deudas a condiciones peligrosas. Nos llena de luto el que muchos, en busca de un futuro mejor, han perdido la vida. Continuaremos abogando a favor de los derechos humanos de los pobres y de los migrantes, en particular de los niños, niñas, y adolescentes, insistiendo a los gobiernos de Estados Unidos, México, Canadá, Centro América y el Caribe, en la urgente necesidad de crear una área geográfica que tenga las condiciones para ofrecer a todos la posibilidad de un desarrollo integral, y una vida digna y en paz. Seguiremos uniendo esfuerzos para atender humana y cristianamente a los migrantes, tanto solos como en familia. Agradecemos a nuestras comunidades de fe y a tantas personas de buena voluntad por su respuesta generosa y solidaria hacia aquellos hermanos que se encuentran lejos de su tierra y de sus sueños de poder vivir con dignidad y en paz. Rogando la intercesión de la Virgen de Guadalupe, pedimos a nuestro Padre Dios que nos ayude para que todos, gobiernos y sociedad, contribuyamos a construir un mundo en el podamos vivir como hermanos.