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Miércoles, 01 Marzo 2017 23:41

“El migrante es un don”.

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Al iniciar esta cuaresma me permito hacer eco del mensaje del Papa Francisco, en donde nos invita a comprender e intensificar la vida del Espíritu centrando al otro como un don; en este momento de nuestra historia queremos resaltar que es un tiempo propicio para centrar al migrante como un “don” de Dios.

La Iglesia en México realiza una tarea incesante de apoyo a los migrantes; por ello ahora es nuestra intención dar a conocer sobre la atención que se brinda en los más de 70 lugares que actualmente ofrecen atención a los migrantes, para sensibilizar e invitar a actuar a los ciudadanos. Al hablar de casas de migrantes hacemos referencia a los albergues, comedores, centros de apoyo, parroquias y módulos de atención que acompañan a estas personas. Dichas casas son administradas por la Iglesia Católica, por algunos grupos de pastoral, congregaciones religiosas, laicos comprometidos, así como por iglesias cristianas, organizaciones de la sociedad civil y gobierno. Éstas se encuentran distribuidas a lo largo del país y se concentran principalmente en tres regiones: la frontera norte, sur y centro del país -punto neurálgico para el tránsito migratorio al interior del país-. En términos generales las casas de migrantes: 1. Se convierten en la primera acogida del migrante en tránsito o deportado. 2. Expresan de parte de la Iglesia que nadie es ilegal ni inmigrante y por ello son capaces de brindar ayuda espiritual y moral. 3. Son un refugio porque les dan protección, techo, agua, alimento, vestido y calzado. Y porque ahí son cuidados contra todo tipo de violación a su dignidad y a sus derechos. 4. Son un amparo para los menores de edad, en tránsito. 5. Brindan con generosidad su tiempo y sus recursos. 6. Ofrecen acompañamiento a su regreso a casa, cuando se amerita. En aspectos particulares las casas de migrantes: 1. Dan formación y educación a través de asesorías legales, psicológicas y talleres, para conocer sus derechos humanos, porque cada día son deportados y repatriados cientos de migrantes, encontrados por la patrulla fronteriza o agentes de migración. 2. Proporcionan servicio médico. Ayudan con el servicio de llamadas para encontrar a familiares perdidos. 3. Se les concientiza de los riesgos que implica migrar y se les ofrece el apoyo con el transporte de regreso a su tierra de origen. 4. Ofrecen hospedaje por un día o por tiempo indefinido. 5. Algunas brindan atención las 24 horas los 365 días del año. 6. La mayoría lleva una bitácora o control interno acompañado preferentemente de una entrevista, para conocer sus necesidades y así saber de qué forma le pueden ayudar; pero también para llevar un record histórico para que familiares y otras personas los puedan rastrear en caso de desaparición. Estas casas han sido capaces de establecer redes a través de las cuales comparten información, capacitación y se brindan apoyo mutuo a favor del migrante. Por otro lado, hay un trabajo incluyente y exhaustivo que traspasa fronteras al converger con organizaciones católicas, universidades y organismos internacionales en Estados Unidos de Norteamérica y Canadá. Las personas que colaboran en estas casas son en su mayoría voluntarios y van desde 2 hasta 10 como máximo. Sin embargo, se apoyan de la comunidad parroquial o fieles que ofrecen su tiempo y servicio. La gran mayoría de los donativos con que operan, provienen de las comunidades en que están insertas estas casas. A la luz de los servicios que prestan estos centros, hoy queremos invitar a seguir desarrollando esfuerzos en el ámbito de la concientización a todos los niveles de la sociedad, y de las instituciones en cuanto a la dignidad e identidad del migrante, no como un delincuente ni objeto de uso y abuso, sino como un ser humano y sujeto de caridad. Es momento de involucrarse para asistir a esta población de hermanos que están tan abandonados y que además son tan discriminados. En las casas de migrantes los voluntarios que sirven ofrecen sus servicios, son insuficientes, ya que en los albergues pueden llegar a atender desde 15, hasta más de 300 personas por día. La Iglesia quiere hacer una llamado a la comunidad católica: a los estudiantes, a los trabajadores y a los empresarios a promover acciones concretas en beneficio de estas personas. A acompañarlos desde nuestras trincheras. Agradecemos a todos los que están trabajando en favor de nuestros hermanos migrantes. Sabemos que el esfuerzo es mucho y las manos pocas, para atender con amor y caridad a quienes necesitan de nosotros. Jesús también fue migrante, anduvo cansado, hambriento y fue discriminado por ser extranjero. Ustedes representan todos esos hogares en donde Jesús encontró un lugar para descansar, un alimento para recuperar las fuerzas, y una escucha atenta y compasiva. Sepan que el voluntariado que practican es reconocido y valorado por Cristo y por la Iglesia. Reiteramos nuestra confianza en nuestra Madre, nuestra Señora de Guadalupe de quien sabemos que a nadie deja solo y desamparado, sino que otorga un abrazo lleno de amor y de consuelo.

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